miércoles, 20 de julio de 2016

PAÑUELO DE LÁGRIMAS DE COCODRILO

Si me había propuesto no consumir alcohol y seguir teniendo vida social, no sé por qué sigo engañándome y pensar que puedo hacer ambas cosas a la vez.

Si estoy en una reunión social, aunque me haya propuesto abstenerme hasta el fin de semana, no puedo evitar caer de manera compulsiva en la bebida. No me siento tampoco especialmente culpable por ello. Tan sólo es que me tengo que resignar a tener que volver a empezar a contar de cero la abstinencia.

En tiempos en los que mentalmente no estoy en un buen momento por acontecimientos afectivos, suelo exigir demasiado, de forma a veces perversa o estricta, a la gente que me considera amiga y que de vuelta yo también los considero amigos.  Francamente no lo hago a propósito, la furia que tengo dentro por la ira con el mundo me dominan y es algo que es importante que empiece a controlar: LA TOLERANCIA EN MOMENTOS DE ANGUSTIA.

Es así como me siento en esos momentos:

Considero hipócritas las quejas de las personas ante algo y más cuando las cuentan como un desahogo porque no se sienten a gusto; para después quitarle hierro al asunto a la primera de cambio o no ser condescendientes sobre lo que estaban protestando.

No soy un pañuelo de lágrimas de cocodrilo.

Suficientes problemas tengo yo con mi mierda como para aguantar las sandeces de los demás. No soy de esa clase de amigas que te apoyan en las estupideces que cometes. Más bien peco de decirte a la cara (siempre que es posible), lo idiota de tu comportamiento y el tiempo tan valioso que estás perdiendo haciendo eso de lo que te quejas.

Si en cambio sólo quieres de mi que te escuche, no exponga mi punto de vista, me quede callada con cara de falsa complicidad, no te de un consejo (pues nunca suelo ser condescendiente con los consejos que doy: “consejitos vendo que pa’ mí no tengo”) o asienta y autoimatice comentarios como: “ya, te entiendo… ¿y qué piensa hacer ahora?”. Lo haré la que mejor, lo prometo. Pero empieza advirtiéndome que es eso lo que necesitas. Pues ahora mismo, tengo la cabeza saturada con mis propias depresiones como para cargar con los dilemas infundados de nadie más.


Así que pondré el piloto automático y oiré sin escuchar profundo si no piensas hacer nada más que protestar de manera sumisa y masoquista de quejas viciosas. Ya nadie te cuenta asuntos divertidos o buenas noticias banales y que cuenten anécdotas positivas. Hasta que eso no suceda, en las reuniones sociales seguiré comenzando de cero la abstinencia con el nuevo día. 

viernes, 15 de julio de 2016

Días de furia

Sin lugar a dudas hoy es uno de esos días de furia. 

Si me atropellara un coche no me extrañaría. 

Soy una fuente de inagotable de energía, un faro de carga y descarga. Si alguien me tocara, no me parecería raro que se electrocutara o se quemara. 

Siento que podría correr una maratón a toda velocidad hasta que los pulmones se me saliesen por la boca. Hasta que me sangrara la nariz. Hasta que me lloran los ojos de extenuación. 

Siento que este poder metamorfoseante en ocasiones puede terminar haciendo que me lastime a mi misma. Pero es algo incontrolable y va desde siempre con mi yo. Siento que soy una vaca que gime de dolor para que la ordeñen. Soy una pantera en una jaula de 2x2. Un tiburón en un acuario. Un halcón atado con cadenas. 

Trataré de encontrar la manera de reducir la ira y la furia. Intentaré hallar una canalización de tensión sin hacerme daño a mi misma y no hacer daño a nadie más. Pero por lo que más quieras, no me digas que me calme.