lunes, 2 de mayo de 2016

Cuando no tienes nada, no tienes nada que perder

Cuando no tienes dinero no puedes dejar de pensar en él ni un momento, de verlo en todas partes y sobre todo de desear cosas que cuando tienes, aunque sea un poco, las adquieres sin ningún remordimiento. 

Te pones unos objetivos muy bajos de adquisición de necesidades básicas. Está lista ha menguado considerablemente, porque cuando antes pensabas que precisabas de ciertos objetos, cuando no tienes ni un chavo sabes que en realidad puedes vivir con menos aún.

Ves algunos artículos como bienes de lujo para personas bien remuneradas, como acondicionador de pelo, aceite de oliva, especias, servilletas o gel de baño. Sacas tremendo partido al champú, al aceite de girasol, a la sal y al ajo o al papel de cocina. Como dice el refrá, "el hambre agudiza el ingenio"; y aunque de esto último no sufrimos, quédense tranquilos, desarrollas una maravillosa capacidad de estar de buen humor y de reírte de ti mismo, de superarte y no dejar que nada te supere, porque sabes que si estas donde estás porque quieres y tienes la absoluta certeza de que es algo momentáneo, que simplemente te está curtiendo. Estás aprendiendo en qué consiste de verdad la vida cuando no es fácil. Querías comprobar de qué se trataba y decirlo convencidamente, pues ya puedes hacerlo, que nadie te diga, "¿ y qué sabrás tú?"





































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